Así viví hasta los 19 años: medicada, con malos hábitos de alimentación, deprimida y refugiándome en el alcohol y las fiestas para “drenar” mi tristeza. Esa etapa culminó en un trastorno alimenticio grave. Mi tristeza y ansiedad me llevaron a dejar de comer; y cuando lo hacía, solo consumía fruta o queso. Este episodio casi me cuesta la vida. Mis padres me llevaron a psicólogos y psiquiatras, y me obligaban a comer, pero estas medidas solo empeoraban la situación.

Con el tiempo, traté de aparentar que todo estaba bien. Entré a la universidad intentando cambiar mi enfoque, pero el problema seguía ahí. Finalmente, un día toqué fondo y decidí tomar el control de mi vida.

Comencé leyendo libros sobre bienestar en busca de paz interior. Con el tiempo, entendí que la alimentación es clave para el buen funcionamiento del organismo, no solo a nivel estético, sino también para reparar neurotransmisores, hormonas, tejidos y más. Decidí estudiar nutrición, y mi vida empezó a transformarse.

Adopté mejores hábitos: comencé a comer comida real, a ejercitarme, a meditar y a priorizar mi bienestar. Aprendí sobre la conexión entre el intestino y el cerebro, y descubrí la importancia de una microbiota intestinal saludable. Esto me llevó a comprender que el 80% de la serotonina, conocida como el neurotransmisor de la felicidad, se produce en el intestino.

Entendí que la salud debe abordarse de manera integral. Somos un todo, y alcanzar el bienestar implica equilibrar múltiples factores. Aunque la alimentación es un pilar fundamental, no lo es todo. Mi búsqueda me llevó a explorar la bioneuroemoción, una disciplina que combina biología, neurología y emociones. Este enfoque me ayudó a trabajar en mis creencias limitantes, que muchas veces nos impiden avanzar y disfrutar de una buena salud.

Así como la comida nutre nuestras células, nuestras emociones también las afectan. Por ello, es igual de importante trabajar en nuestra mente, superar el victimismo, dejar de buscar culpables y asumir la responsabilidad total de nuestras vidas. Todo lo que nos sucede tiene que ver con nosotros, y es nuestro deber tomar las riendas de nuestra existencia.

Ser coherente entre lo que piensas, dices y haces, fluir con las leyes del universo y aceptar que cada acto genera una consecuencia son pasos clave para encontrar esa paz y bienestar que tanto anhelamos.

Te invito a sumergirte en este camino de autosanación, a disfrutar de la vida en amor, conexión contigo misma y armonía con los demás.

Un abrazo,

Melissa Dunoyer.